El fuego que desnudó la dejadez: Liencres y el incendio anunciado
Cuando el humo no avisa, el error ya estaba hecho
Martes, once de la mañana. El Mesón El Labrador, en Liencres, se despertaba entre las brasas de una realidad incómoda. No era el calor del fogón, ni el humo aromático de un buen guiso: era fuego. Fuego del que devora, del que transforma una cocina en ceniza, del que pone en evidencia que aún hay quien juega con fósforos en un campo de gasolina.
El incendio no dejó heridos. Sí, eso es lo que dirán los titulares suaves. Pero el daño está hecho, y no solo en la madera quemada o en las sartenes fundidas. El verdadero destrozo lo encontramos en la falta de previsión, en la costumbre de ignorar lo evidente, en la temeraria apuesta por la suerte en vez de por la seguridad.
Una chispa basta para desatar el infierno
No hace falta que venga un técnico con corbata ni un inspector con libreta para entender que una cocina profesional es una bomba de relojería si no se atiende como se debe. Y no hablamos de higiene, ni de organización. Hablamos de protección. De supervivencia.
Lo del mesón de Liencres no fue una sorpresa para los que conocen la trastienda de la hostelería. Demasiados locales aún operan sin sistemas de extinción para cocinas, creyendo que un extintor polvoriento colgado en la pared es suficiente. Pero las llamas no perdonan el desinterés, y cuando se enroscan en la madera seca del techo, lo hacen sin pedir permiso ni dar tregua.
El fuego arrasó lo que encontró. Y dejó algo más que escombros: dejó una pregunta flotando en el aire. ¿Cuántos restaurantes más siguen ignorando lo esencial?
El coste de mirar hacia otro lado
Lo que muchos evitan calcular, lo revela el humo: el precio sistema automático de extinción de incendios en cocinas no es ni de lejos comparable al coste de una reforma por incendio. Y mucho menos al precio intangible de ver tu proyecto convertido en escombros carbonizados.
Un sistema automático, instalado por profesionales y revisado con la frecuencia debida, no es un gasto. Es una inversión. Una de esas que no se lucen en Instagram, pero que salvan cocinas, empleos y negocios. ¿Vale unos euros más? Sí. ¿Evita que seis bomberos tengan que llegar con un autotanque para apagar tu desidia? También.
Y mientras algunos se devanan los sesos discutiendo presupuestos, el fuego no espera. Ni entiende de plazos. Ni perdona improvisaciones.
La trinchera olvidada: la cocina industrial
Nos pasamos el día hablando del cliente, de la carta, del marketing, de la decoración. Pero olvidamos lo esencial: la cocina es un campo de batalla. Grasa acumulada, cables eléctricos, vapor, temperaturas extremas. No es un entorno para románticos ni para negligentes.
Por eso, cada vez más técnicos, expertos y profesionales del sector vuelcan conocimiento en espacios como este blog de cocinas industriales . Allí se repite la consigna como mantra: protocolo, mantenimiento, prevención. Pero claro, una cosa es leerlo con el café de la mañana y otra aplicarlo antes de que el extractor eche humo de verdad.
En la cocina no hay ensayo general. Lo que no esté preparado, arderá.
Emergencias bien atendidas, pero tarde
En Liencres, la maquinaria oficial respondió con eficiencia. Emergencias 112 activó con celeridad al cuerpo de bomberos de Santander, que se presentó con seis efectivos dispuestos a contener el desastre. La Guardia Civil, la Policía Local y el 061 también hicieron lo suyo. Todos al quite. Todos en sus puestos.
Pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿por qué hacer lo necesario? ¿Por qué no apagar el fuego antes de que empiece? ¿Por qué seguir confiando en la buena suerte cuando lo lógico sería confiar en la tecnología y la prevención?
La prevención no vende, pero protege
Vivimos una época en la que importa más el emplatado que la sala de máquinas. Pero el cliente no come si la cocina está cerrada. Y la cocina cierra si arde.
Invertir en seguridad no tiene glamour, pero tiene sentido. Los sistemas de extinción para cocinas son la red invisible que sostiene todo lo demás. Una boquilla en el lugar correcto, un sensor bien calibrado, una válvula que corta a tiempo. Y de pronto, lo que iba a ser un infierno se queda en un susto. Pero claro, eso no sale en las fotos.
Lo que sí sale es el humo saliendo por la cubierta, el tuit de los bomberos y el cierre temporal por daños.
El día después: lo que debería cambiar
Después de todo incendio, viene el recuento. No solo de pérdidas materiales, sino de decisiones mal tomadas. Y lo más preocupante es que este tipo de sucesos podrían evitarse con dos o tres llamadas bien hechas, con una inversión que —comparada con los daños— resulta irrisoria.
Muchos hosteleros, tras lo de Liencres, habrán mirado de reojo sus instalaciones. Algunos tomarán nota, otros seguirán confiando en la suerte. Pero el fuego no tiene memoria ni compasión. Y no distingue entre quien aprendió y quien sigue cruzando los dedos.
Que esto sirva como recordatorio de que la verdadera cocina profesional no empieza en los fogones, sino en la seguridad.
