El incendio en Santa Eugènia de Berga: la seguridad que ardió entre llamas

El incendio en Santa Eugènia de Berga: la seguridad que ardió entre llamas.

Una fábrica hecha cenizas, un trabajador en estado crítico y demasiadas preguntas sin responder

Hay días en que la rutina salta por los aires. Que lo digan los vecinos de Santa Eugènia de Berga, donde el pasado 14 de julio, una fábrica textil se convirtió en escenario de un infierno industrial que pudo evitarse. La hora maldita: las 9:45 de la mañana. El lugar: una nave en la calle Canigó. El detonante: aún bajo investigación, pero con un resultado demoledor. Un hombre herido de gravedad por quemaduras y un complejo industrial reducido a escombros humeantes.

Nueve dotaciones de los Bombers de la Generalitat acudieron al lugar con la urgencia que exige un incendio de estas características. Se trataba de una estructura textil, es decir, materiales inflamables por naturaleza, maquinaria industrial operativa y, lo más preocupante, protocolos de emergencia que no evitaron que un trabajador quedara atrapado en el interior. Un drama laboral, de esos que se repiten demasiado y que casi siempre llevan el mismo apellido: falta de prevención.

Industria y fuego: una relación peligrosa mal gestionada

La fábrica siniestrada no sufrió una explosión —dicen los técnicos—, pero eso poco importa cuando la escena deja tras de sí humo negro, evacuaciones, una carretera cortada (la BV-4601) y una familia con un ser querido debatiéndose entre la vida y la muerte.

Lo que debería preocuparnos no es solo el origen del fuego. Es la ausencia de medidas eficaces que hubieran contenido las llamas desde el primer minuto. En entornos donde la electricidad y las sustancias inflamables conviven, no hay margen para la improvisación.

Y es aquí donde el extintor co2 juega un papel capital. En instalaciones con riesgo eléctrico, este tipo de extintor se convierte en un aliado imprescindible. ¿Por qué? Porque el dióxido de carbono extingue sin dejar residuos, sin dañar equipos, y sobre todo, sin provocar una catástrofe secundaria.

Muchos se empeñan en verlo como un gasto. Nosotros lo llamamos supervivencia.

Comprar extintores CO2: prevención sin discusión

Una instalación industrial que no cuenta con extintores adecuados está jugando con fuego, literalmente. Y no se trata de cualquier modelo. En fábricas como la de Santa Eugènia, donde hay sistemas eléctricos sensibles, el uso del extintor CO2 no es una recomendación, es obligación moral y técnica.

comprar extintores co2 de calidad, certificados, con mantenimiento regular, no debería estar en discusión. Porque cuando llega el momento, no hay tiempo para improvisaciones. El operario que se enfrenta a un foco de incendio no necesita manuales, necesita herramientas eficaces, visibles, operativas.

¿Había suficientes extintores en la nave siniestrada? ¿Estaban al alcance? ¿Funcionaban? Silencio. Nadie lo aclara. Lo que sí se sabe es que el resultado ha sido dramático. Y que no basta con lamentarse.

¿Cuántos extintores debe haber por metro cuadrado? La normativa que muchos ignoran

Aquí llega otra de las grandes preguntas que pocos se hacen y que muchos esquivan: ¿cuántos extintores debe haber por metro cuadrado? La legislación española es clara y contundente: cada planta de uso industrial debe contar con extintores portátiles a una distancia máxima de 15 metros entre sí. Además, estos deben colocarse a la entrada de los locales, junto a salidas de evacuación y en lugares estratégicos fácilmente visibles.

Esto, traducido a espacio, implica que por cada 200 metros cuadrados construidos, debe existir al menos un extintor de eficacia mínima 21A-113B. En el caso de zonas con riesgo eléctrico, ese equipo debe ser, sin lugar a dudas, un extintor CO2 debidamente homologado.

Pero no todo es tener el número adecuado. Deben estar revisados, señalizados y mantenidos por empresas autorizadas. Un extintor descargado es más peligroso que no tener ninguno: genera falsa seguridad.

Formación, inspección y simulacros: tres pilares que salvan vidas

El error más común es pensar que basta con colgar el extintor en la pared. No. Hace falta formación real, que el personal sepa cómo actuar, cuándo usar un equipo y qué protocolo seguir. Hacen falta simulacros periódicos, revisar salidas de emergencia, despejar accesos, comprobar sistemas eléctricos.

En este caso, el incendio obligó a cerrar una carretera, movilizar helicópteros médicos, cortar la actividad industrial del área y destinar recursos públicos a sofocar un fuego que tal vez pudo ser contenido a tiempo. Eso cuesta. Cuesta dinero. Cuesta vidas.

Y cuesta reputación. ¿Quién volverá a trabajar tranquilo en esa nave? ¿Quién asumirá la responsabilidad de lo que no se hizo? Porque cuando el humo se disipa, las preguntas siguen ardiendo.

La seguridad no se delega, se asume

Hoy, mientras un trabajador lucha por su vida en una UCI, mientras los bomberos remueven escombros y mientras la empresa calcula daños, el verdadero coste no se mide en euros. Se mide en vidas, en errores, en omisiones.

La seguridad industrial no es una opción. Es un deber. Y empieza por cosas tan sencillas y vitales como tener el extintor adecuado en el lugar preciso. Desde aquí, lo decimos claro: no hay margen para la desidia. Lo que ocurrió en Santa Eugènia no puede ni debe volver a pasar.

Dotemos nuestras instalaciones de los sistemas adecuados, formemos a nuestro personal, revisemos la normativa y, sobre todo, respetemos la vida por encima de la rutina.