Llamas que despertaron el sobresalto de una tarde cualquiera
No eran las doce ni eran las seis. Era esa hora perezosa de la tarde, cuando el estómago empieza a reclamar su festín y la gente se amontona en las plazas sin prisa pero sin pausa. En la Plaza de Armas de Llallagua, norte polvoriento de Potosí, el fuego se coló como un huésped no…
