Crianza de toros de lidia en plena dehesa Sevillana
Entre encinas centenarias, jaras silvestres y pastos dorados por el sol andaluz, se fragua una de las tradiciones ganaderas más singulares y respetadas del mundo: la crianza de toros de lidia. No se trata de criar ganado sin más; hablamos de un arte transmitido durante generaciones, donde genética, comportamiento, paisaje y temple se entrelazan para dar vida a animales únicos, símbolo de fuerza, nobleza y bravura.
El ciclo vital del toro bravo: naturaleza, selección y tiempo
Todo comienza con la cubrición, ese momento de planificación donde el ganadero decide qué sementales convivirán con qué vacas en los cercados abiertos de la dehesa. Se buscan líneas de bravura y nobleza, cuidando que los nacimientos coincidan con los meses de abundancia invernal, cuando la tierra generosa ofrece alimento natural y refugio a las madres.
En este escenario natural, la vida comienza libre, sin artificios ni prisa. Los becerros nacen entre jarales, protegidos por la instintiva vigilancia de sus madres. El calostro que reciben en las primeras horas asegura su inmunidad inicial, mientras la madre limpia todo rastro biológico para evitar a los depredadores. Es el campo quien forja su carácter desde el primer mugido.
Si uno desea ver de cerca esta forma de vida, basta con visitar una ganaderia brava en plena dehesa sevillana, donde aún se respira el legado de siglos y el toro es mucho más que un animal: es cultura viva.
Los primeros pasos: lactancia, ahijado y destete
Durante los primeros meses, el becerro sigue los pasos de su madre como una sombra. Aprende sus movimientos, la forma de protegerse del sol, del viento y de los demás miembros de la manada. Es un periodo de intensa observación y crecimiento físico, donde la alimentación es natural y constante.
Hacia el sexto mes, llega el ahijado, ese proceso donde se le coloca un crotal con número en la oreja, se confirma su madre biológica y se documenta su existencia en el Libro Genealógico de la Raza Bovina de Lidia. Poco después se produce el destete: la cría es separada de su madre y comienza su vida en grupo, aprendiendo las jerarquías sociales del toro bravo.
La experiencia completa de este proceso se intensifica si uno decide alojarse en una casa rural en Sevilla integrada en una ganadería brava, donde el visitante puede vivir el día a día del campo bravo desde la intimidad del descanso entre encinas.
El herradero: identidad a fuego, símbolo de casta
Entre los 7 y los 12 meses, llega el día del herradero. Con veterinarios presentes, se marcan los becerros con el hierro de la casa ganadera y el número de camada. Este acto, que puede parecer duro, está impregnado de tradición, solemnidad y control sanitario. Cada hierro cuenta una historia, cada marca representa una ganadería y un linaje de siglos.
Ese símbolo en la piel se convierte en su carta de identidad. El becerro ya no es un anónimo entre la manada, sino un ejemplar con nombre, número y procedencia.
Recría y crecimiento: jerarquías, fuerza y bravura
Durante los años siguientes, los toros de lidia se agrupan por edades: añojo, eral, utrero y cuatreño. En cada etapa, el animal desarrolla su musculatura, su cornamenta y, sobre todo, su comportamiento. Se establecen jerarquías, surgen los primeros enfrentamientos, se definen los caracteres. La dehesa es el escenario ideal para esa evolución natural.
Los toros se miden, se reconocen y se respetan. Cada paso que dan es observado con atención por los mayorales, que anotan sus comportamientos y sus reacciones ante el grupo y los estímulos. Solo así se puede prever si llegarán a ser dignos de la plaza.
Este desarrollo, absolutamente natural, es el alma del turismo rural y reses bravas, una propuesta que cada vez gana más adeptos entre los viajeros que buscan autenticidad, naturaleza y raíces profundas.
La tienta: selección por bravura y nobleza
La tienta es la prueba definitiva. Aquí se mide la bravura, la resistencia, la nobleza y la acometividad. Las vacas son tentadas como futuras madres y los machos como posibles sementales o, en su defecto, como toros para la lidia. Todo se hace bajo la atenta mirada del ganadero y con picadores experimentados. No es espectáculo, es evaluación.
Las decisiones que se tomen en la plaza de tientas determinarán el futuro de la ganadería. Una vaca tentada y aprobada podrá dar crías durante más de una década. Un semental acertado puede marcar una época. Aquí se mezclan ciencia y corazón, instinto y experiencia.
Controles sanitarios: salud, calidad y longevidad
La crianza del toro bravo está sujeta a estrictos controles veterinarios: vacunas, desparasitaciones, control de la lengua azul, programas nacionales de saneamiento ganadero… Todo está supervisado y documentado. Un toro sano es un toro fuerte y justo en la plaza. Cualquier alteración puede suponer su descarte inmediato.
Además, en caso de accidentes —como cornadas entre compañeros— se aplican curas especializadas que garantizan la recuperación del animal en condiciones óptimas. La salud, en el campo bravo, es sinónimo de respeto.
Apartado y embarque: los últimos pasos hacia la historia
Llega el momento final. El apartado consiste en seleccionar a los toros que serán lidiados, siguiendo criterios de edad, comportamiento y tipo de festejo. Se hace a caballo, con el mayoral guiando la faena y los vaqueros cumpliendo con maestría una tarea que requiere precisión y temple.
Después llega el embarque. Al amanecer, con silencio y profesionalidad, los toros son subidos a camiones en jaulas individuales y parten hacia su destino. No hay gritos, no hay prisas. Solo respeto, tradición y conciencia de estar completando un ciclo vital cargado de simbolismo.
Crianza de toros de lidia: vivirla es entenderla
Visitar una ganadería brava no es solo conocer toros. Es sumergirse en una forma de vida donde la tierra, el tiempo y el animal dictan los ritmos. Hospedarse en una casa rural en plena dehesa sevillana mientras se observa a los toros en libertad es una de las experiencias más auténticas que puede ofrecer el sur de España.
Porque la crianza de toros de lidia no es una industria: es una herencia cultural, una pasión ganadera, una lección de biología y naturaleza. Y, sobre todo, es un legado que se preserva en cada gesto del campo, en cada mugido al amanecer, en cada hierro grabado con fuego y orgullo.
