Cuando el cielo se parte y los gritos rebotan en la cabina

Cuando el cielo se parte y los gritos rebotan en la cabina.

Uno se sube a un avión con la esperanza de que el trayecto transcurra sin más sobresalto que el de elegir entre pollo o pasta. Pero hay ocasiones —malditas sean— en que lo que debería ser un vuelo apacible se convierte en un sainete de desesperación y angustia. Eso fue lo que ocurrió en un vuelo de Madrid a París que terminó aterrizando de emergencia en Zaragoza tras presentar fallos técnicos. Y no hablamos de una simple molestia pasajera. Hablamos de gente gritando, llorando, rezando y aferrándose al asiento como si fuera lo último que iban a tocar.

Cuando el pánico se cuela por la rendija de la razón

En esos momentos, cuando el pánico se cuela por la rendija de la razón, lo que uno busca es seguridad, aunque sea en forma de objeto. Una voz firme del comandante ayuda, pero no calma del todo. Lo que realmente tranquiliza es ver un protocolo en marcha, un detalle que indique que todo está bajo control. Un extintor, por ejemplo. Pequeño, rojo, discreto… pero capaz de marcar la diferencia entre un susto y una tragedia. No por el fuego en sí, que no hubo, sino porque es un símbolo de previsión, de que alguien ha pensado en lo peor y ha decidido anticiparse.

Dónde comprar extintor que no sea de adorno

Claro, la pregunta viene sola: ¿dónde comprar extintor de incendio que no sea de adorno, que no esté caducado, que realmente funcione cuando haga falta? Porque no es lo mismo tener uno, que tener el adecuado. Y no es lo mismo colgarlo en la pared, que saber que está revisado, certificado y al alcance de todos. Aquí no valen las compras por impulso ni los chollos de internet sin garantía. Hay lugares serios, profesionales que asesoran sobre el tipo, la ubicación y el mantenimiento de cada extintor. Porque si llega el día —y puede llegar— en que haya que usarlo, más vale que no falle.

Esto se aplica a espacios de alto riesgo como las cocinas

Si hay un lugar propenso a sustos, es ese rincón donde confluyen calor, grasa, electricidad y descuidos. Un incendio en cocinas no avisa: empieza con una llama que se sale de madre y en segundos puede envolverlo todo. No se extingue con agua. No se apaga soplando. Y no espera a que llegue el camión de bomberos. Se combate con eficacia, con reflejos y con un extintor específico, de esos que no muchos saben que existen. Por eso, conviene tener uno cerca. Por eso, conviene formarse, leer, informarse… y actuar antes de lamentar.

El vuelo que pasó del cielo al infierno en minutos

El relato de los pasajeros no deja lugar a dudas: fue un infierno en las alturas. El avión empezó a perder presión, se oyó un ruido extraño, y el ambiente se volvió irrespirable. Las azafatas intentaban mantener la calma, pero era como poner una tirita a un cañonazo. Había quienes lloraban desconsoladamente, otros gritaban “¡ayuda!” sin que nadie supiera cómo responder. La escena era propia de una película de catástrofes, solo que esta vez no había cortes ni efectos especiales. Solo miedo. Y mucho.

El comandante, con sangre fría, solicitó aterrizaje de emergencia en Zaragoza. Afortunadamente, la maniobra se realizó con éxito y el aparato tomó tierra sin más contratiempos. Pero el susto, el impacto emocional, la huella que deja una experiencia así… eso no se borra. Porque a 10.000 metros de altura no hay escapatoria. Lo único que puedes hacer es confiar. En el piloto, en la aeronave, en los sistemas de seguridad. Y, si la cosa se pone fea, en que haya herramientas que permitan reaccionar a tiempo.

La seguridad no se improvisa: se planifica

No basta con tener extintores. Hay que tenerlos donde deben estar, visibles, accesibles y adaptados al tipo de riesgo. En oficinas, comercios, vehículos, viviendas y, por supuesto, cocinas. Pero además, deben ser revisados periódicamente. ¿De qué sirve un extintor si está descargado? ¿De qué sirve si nadie sabe usarlo?

Los extintores de cocina, por ejemplo, no son iguales a los de oficina. Están diseñados para fuegos de tipo F, provocados por aceites y grasas. Usar uno inadecuado puede ser incluso peor. De ahí la importancia de informarse, de acudir a proveedores especializados, de consultar técnicos que no se limiten a vender, sino que acompañen el proceso. Porque prevenir un incendio no es solo tener un aparato colgado en la pared. Es saber que ese aparato funcionará cuando haga falta.

Errores comunes que pueden costar muy caros

  • Colocar el extintor en un lugar inaccesible: tras una puerta, bajo una mesa o detrás de una cortina. Absurdo.
  • No revisar la presión: el manómetro debe estar siempre en verde.
  • No saber utilizarlo: una breve formación puede salvar vidas.
  • Confiarse por tener detectores de humo: que avisen no significa que apaguen.
  • Pensar que nunca pasará nada: el fuego no pregunta, actúa.

El deber de anticiparse, también en casa

Hay quienes creen que los extintores son cosa de empresas, fábricas o edificios oficiales. Craso error. El hogar es, en muchos casos, el primer escenario de incidentes. Y no solo hablamos de cocinas. Calefactores, cargadores, velas, enchufes sobrecargados… todo suma. Tener un extintor en casa no es paranoia. Es prudencia.

Y si además se tiene un negocio —bar, panadería, peluquería, consulta médica—, entonces no es solo prudencia: es obligación legal. Ignorarlo puede salir caro. Muy caro. No solo en sanciones, sino en daños, en tragedias, en vidas. Por eso, saber dónde comprar extintores de calidad, certificados, y tener un plan de acción básico no es una opción. Es una necesidad.

Cuando todo tiembla, solo queda lo que previste

El vuelo Madrid-París no solo fue un susto en las alturas. Fue una llamada de atención. Una de esas que te recuerdan que la seguridad no es un lujo, sino un deber. Que no hay que esperar a que el fuego arrase para reaccionar. Que lo que no se prevé, se sufre.

Tener un extintor a mano, saber dónde está, cómo se usa, y cuándo actuar… eso puede ser la diferencia entre salir ileso o no salir. Y aunque parezca exagerado, no lo es. Porque el fuego no perdona. Y porque cuando llega, todo lo que no hiciste antes se convierte en arrepentimiento.

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