Expertos, sorprendidos por la fuerza del fuego pese a la fachada ignífuga de lana de roca
Hay preguntas que arden, como los edificios. Y la que ronda ahora mismo las cabezas de peritos, técnicos y arquitectos en todo el país es una de esas que escuece: ¿cómo es posible que un fuego se extendiese con semejante virulencia en una fachada supuestamente protegida por un material ignífugo como la lana de roca?
Lo ocurrido en el barrio de Campanar, en Valencia, no solo ha sacudido a los vecinos que vieron sus hogares devorados por las llamas, sino que ha generado un seísmo técnico en los despachos de quienes creían que los sistemas de aislamiento térmico actuales ofrecían todas las garantías. El resultado: un edificio reducido a cenizas, una decena de fallecidos, y una palabra que regresa con fuerza al debate público: ignifugación.
La lana de roca, ¿protección o falsa confianza?
La lana de roca, ese material milagroso que se presenta como un muro de contención frente al fuego, tiene su origen en la roca volcánica, lo cual le confiere propiedades aislantes e ignífugas. Hasta ahí, todo correcto. Pero la realidad se encargó de desmontar las certezas cuando el incendio que arrancó en un balcón ascendió y se propagó como si alguien hubiese trazado un reguero de pólvora vertical.
Lo que estaba pensado para proteger, no protegió. Lo que debía frenar las llamas, no solo no las frenó, sino que actuó como catalizador. En este punto, la voz de los vecinos se mezcla con la de los expertos: placas de aluminio desprendiéndose, llamas trepando por la fachada, el fuego devorando planta tras planta. Un espectáculo dantesco que deja una lección imborrable: no basta con materiales ignífugos si el sistema completo no lo es.
Es aquí donde debemos hacer una pausa y recordar la importancia de los tratamientos específicos para inmuebles en riesgo. En zonas donde el clima, los vientos o la densidad urbana pueden jugar en contra, contar con ignifugaciones valencia adecuadas no es una opción: es una necesidad estructural.
Más allá del material: el sistema constructivo como clave
La fachada ventilada, por su diseño, permite una cámara de aire entre el revestimiento exterior y el aislamiento interior. Esta técnica, si no va acompañada de barreras cortafuegos en cada planta, puede convertirse en un “efecto chimenea” que alimenta el ascenso de las llamas. Y es lo que, según apuntan los primeros informes, pudo haber sucedido en Valencia.
La lana de roca, aunque incombustible, no puede frenar por sí sola una situación donde otros elementos sí son inflamables: resinas, adhesivos termoplásticos o paneles compuestos con núcleo de materiales combustibles. Ahí es donde se pierde la batalla. Por eso, la planificación integral y el análisis del conjunto son fundamentales al diseñar cualquier sistema de aislamiento de fachada.
Contar con aislamiento ignifugo valencia que responda a las normas más exigentes del Código Técnico de la Edificación es una barrera que salva vidas, no una formalidad técnica.
La trampa de los materiales “comerciales”
Se promocionó el edificio calcinado con el uso de materiales de primera categoría, incluso mencionando nombres comerciales como Alucobond. Sin embargo, la empresa fabricante ha desmentido que sus paneles fueran utilizados en la obra, lo que abre una línea de investigación sobre posibles imitaciones de peor calidad o sistemas sandwich con materiales inflamables en su interior.
El arquitecto Sigfrido Herráez y el técnico del CSIC Antonio Blázquez coinciden en algo clave: el problema puede no estar tanto en la hoja externa de aluminio como en el corazón del panel. Ahí, si se aloja poliuretano —prohibido en nuevas construcciones desde 2017—, el riesgo se multiplica. Es combustible, ligero y barato. Perfecto para el fuego. Pésimo para la seguridad.
La reflexión va más allá del suceso. ¿Cuántos edificios están ahora mismo en pie, revestidos con paneles que incluyen materiales altamente inflamables y que, además, carecen de sistemas de ignifugación profesional? La respuesta debería quitarnos el sueño.
Conviene revisar qué medidas se han tomado, cómo actúan realmente los tratamientos pasivos ante el fuego y, sobre todo, qué ocurre cuando el fuego se desata sin previo aviso. En este sentido, recomendamos la lectura de este análisis imprescindible: Cómo actúan las ignifugaciones cuando ocurre un incendio.
La normativa es buena. La ejecución, no siempre
España cuenta con uno de los marcos regulatorios más completos del continente. El Código Técnico de la Edificación (CTE) establece estándares muy exigentes. Pero el problema no es la ley. El problema es que, entre el papel y la realidad, se cuelan errores, atajos y negligencias. Y en esa grieta es donde entra el fuego.
El caso de Campanar debería ser un punto de inflexión. Una llamada de atención para ayuntamientos, promotores, arquitectos y técnicos municipales. Las inspecciones técnicas de edificios no pueden seguir siendo meros trámites burocráticos. Deben convertirse en herramientas preventivas que detecten antes lo que, de otra forma, nos enteramos cuando ya es tarde.
Ignifugar no es decorar: es proteger
El término “ignifugación” suele sonar a algo técnico, lejano, de laboratorio. Pero es, en esencia, la decisión que separa la seguridad del desastre. Es el conjunto de técnicas que, aplicadas a los materiales de construcción o al diseño estructural, permiten que un fuego no se propague, no asfixie, no colapse todo un bloque de viviendas.
Frente a lo sucedido, urge invertir en sistemas pasivos de protección contra el fuego, aplicar ignifugaciones certificadas y exigir que los elementos utilizados en las fachadas no solo cumplan con lo establecido por la normativa, sino que se sometan a pruebas independientes, reales, prácticas y extremas.
No basta con decir que algo “es ignífugo”. Hay que demostrarlo cuando se necesita. Porque las fachadas arden. Y si arden con lana de roca, arden también las excusas.
