Incendio estabilizado en naves industriales de Vic: lecciones sobre seguridad e ignifugación
La madrugada del 10 de agosto quedará marcada en la memoria industrial de Vic. En el corazón del polígono de Malloles, el silencio habitual de la noche se rompió con el rugir de un fuego que, en apenas minutos, se abrió paso por tres naves industriales dedicadas a la actividad cárnica, devorando estructuras, maquinaria y años de trabajo. La respuesta fue inmediata: un despliegue de 45 vehículos de los Bomberos de la Generalitat, entre ellos 21 cisternas de agua y cuatro autoescaleras, para hacer frente a un incendio que amenazaba con extenderse más allá de lo imaginable.
Según el parte oficial, a las 03:32 horas se dio por estabilizado el incendio. No fue casualidad: fue el resultado de una coordinación quirúrgica, de un trabajo milimétrico bajo condiciones extremas y de la experiencia acumulada en docenas de emergencias anteriores. Sin embargo, lo que queda cuando el humo se disipa no son solo paredes ennegrecidas; son preguntas sobre prevención, sobre cómo un fuego de esta magnitud consigue abrirse paso en instalaciones críticas para la economía local.
La industria cárnica y su vulnerabilidad al fuego
Las naves industriales cárnicas son entornos complejos. Manejan grandes volúmenes de materia orgánica, equipos de refrigeración, sistemas eléctricos exigentes y, a menudo, materiales de embalaje inflamables. Todo ello conforma un cóctel perfecto para que, ante un fallo eléctrico o una chispa fortuita, las llamas encuentren el escenario ideal para propagarse.
En este caso, las tres primeras naves quedaron prácticamente reducidas a escombros; la cuarta, de otra compañía, sufrió daños en la segunda planta y en la cubierta. La rapidez con la que el fuego saltó de un edificio a otro es un recordatorio de que la protección pasiva y la compartimentación de espacios son mucho más que formalidades normativas.
Es aquí donde entra en juego un concepto que debería ser tan cotidiano como el mantenimiento eléctrico: las ignifugaciones. Sin ellas, la resistencia al fuego de paredes, techos y estructuras metálicas se ve reducida a minutos, tiempo insuficiente para que las brigadas de emergencia puedan actuar antes de que el fuego se convierta en un problema mayor.
Ignifugación: de la normativa a la necesidad real
Hoy, más que nunca, la ignifugación no es un trámite, sino un salvavidas. Se trata de un conjunto de tratamientos y materiales diseñados para retrasar la propagación del fuego, protegiendo la integridad estructural de la nave y, sobre todo, la vida de quienes trabajan en ella. En la industria cárnica, donde la producción es continua y el tiempo de parada implica pérdidas millonarias, disponer de barreras de fuego eficaces puede marcar la diferencia entre un susto y una catástrofe empresarial.
La tragedia de Vic debería ser un toque de atención. No se trata solo de cumplir con el reglamento, sino de comprender que cada euro invertido en seguridad estructural es un euro invertido en continuidad de negocio y protección de vidas. La ignifugación de vigas, techos y cerramientos no es opcional; es la única defensa pasiva que no depende de que alguien esté presente para activarla.
Protección pasiva contra incendios: la última muralla
En una emergencia, hay dos tipos de defensas: las activas, como rociadores o extintores, y las pasivas, que están siempre ahí, silenciosas, esperando no tener que demostrar su eficacia. La protección pasiva contra incendios incluye paredes cortafuegos, sellados de paso, pinturas intumescentes y otros elementos diseñados para resistir y contener las llamas.
En Vic, la ausencia o la insuficiencia de algunas de estas medidas pudo haber sido un factor clave para que el fuego se propagara de una nave a otra. No se trata de especular, sino de aprender: la compartimentación y el refuerzo ignífugo no eliminan el riesgo, pero multiplican el tiempo de reacción y minimizan los daños.
Lecciones para el futuro inmediato
Si algo ha dejado claro el incendio de Vic es que, en materia de seguridad contra incendios, la improvisación no tiene cabida. Las empresas del sector cárnico deben replantearse su estrategia de protección, revisando no solo los sistemas activos, sino también la integridad y resistencia de su infraestructura.
- Auditorías periódicas de resistencia al fuego de estructuras y cerramientos.
- Aplicación de tratamientos ignífugos en zonas críticas.
- Mejora y mantenimiento de sistemas de detección temprana.
- Formación continua del personal en protocolos de evacuación y actuación.
Un caso que trasciende lo local
El incendio estabilizado en las naves industriales de Vic no es un hecho aislado. En la última década, incidentes similares han golpeado polígonos de toda España, muchos de ellos ligados a industrias alimentarias. La lección es global: las llamas no entienden de fronteras ni de balances contables, y la única forma de enfrentarlas con éxito es adelantarse a ellas.
Que este episodio sirva para que cada empresario, cada gestor de instalaciones y cada técnico de prevención se pregunte si su infraestructura está preparada para resistir no cinco, sino quince o veinte minutos de fuego. Porque en ese margen se juega la diferencia entre una pérdida parcial y un colapso total.
