Llamas arrasan antigua planta de fabricación de piezas de coche en Bonrepòs
La mañana se tiñó de humo y de desconcierto en Bonrepòs i Mirambell, en plena comarca de l’Horta Nord, cuando un incendio de grandes dimensiones devoró por completo una antigua planta dedicada a la fabricación de piezas de automoción. La nave, abandonada desde hacía cinco años, albergaba todavía sustancias químicas y residuos industriales que alimentaron el fuego con furia inusitada.
Ocurrió poco después de las diez de la mañana. Un ruido seco, un destello, y en cuestión de minutos, una columna de humo negro comenzó a elevarse sobre los tejados del polígono. Los vecinos, alarmados, salieron a los balcones mientras las sirenas de los bomberos se abrían paso entre calles estrechas y atentas. La escena, casi cinematográfica, volvió a poner sobre la mesa una cuestión que las noticias suelen recordar solo cuando ya es tarde: la importancia de la protección contra incendios en cualquier tipo de instalación, activa o inactiva.
Porque, aunque la fábrica llevaba años sin producir ni un solo tornillo, el fuego encontró su alimento en los restos químicos, los aceites industriales y el polvo metálico que permanecían en su interior. Un cóctel perfecto para el desastre.
Una chispa y el caos: el fuego en cuestión de minutos
Dos operarios trabajaban aquella mañana en tareas de desmantelamiento. No eran empleados de la antigua empresa, sino técnicos de una firma subcontratada para retirar maquinaria pesada. Uno de ellos sufrió una lesión leve al golpearse con un extintor en el intento de controlar las primeras llamas. Ambos lograron salir a tiempo, pero el fuego ya había tomado el control del recinto. A partir de ese instante, los bomberos de Sagunt, Moncada, Pobla de Farnals, Burjassot y Torrent se desplegaron en un operativo que se prolongó durante horas.
El humo era tan denso que el ayuntamiento pidió a los vecinos que cerraran ventanas y utilizaran mascarillas. La imagen desde la ronda norte de Valencia era impactante: una lengua de humo elevándose hacia el cielo, visible a kilómetros. El fuego afectó a la planta baja y al sótano, donde se almacenaban depósitos con miles de litros de ácidos industriales. Fue precisamente esa mezcla de materiales peligrosos lo que complicó la extinción.
Este suceso, por dramático que sea, debe servir de lección: la ausencia de medidas de protección activa y pasiva convierte cualquier nave industrial en una bomba de tiempo. Aquí entra en juego la ignifugación, una técnica que no solo previene la propagación del fuego, sino que también puede marcar la diferencia entre un susto y una tragedia.
El error de confiar en la inactividad: los riesgos de las naves abandonadas
El hecho de que la planta llevara años cerrada no la eximía del riesgo. De hecho, las naves industriales en desuso suelen ser entornos especialmente peligrosos: restos químicos, instalaciones eléctricas obsoletas y estructuras deterioradas se combinan para formar un cóctel inflamable. Cuando el tiempo pasa y la inversión en mantenimiento desaparece, el fuego encuentra su oportunidad.
En este caso, las llamas se alimentaron de depósitos con residuos ácidos, viejas conducciones de gas y material de embalaje acumulado. La respuesta rápida de los bomberos evitó un desastre mayor, pero el episodio deja claro que no basta con apagar el fuego; hay que prevenirlo. En eso consiste precisamente la protección pasiva y la ignifugación de estructuras metálicas, techos y muros.
En el mundo industrial moderno, ignorar estas medidas es casi un acto temerario. Las ignifugaciones no son un lujo ni una exigencia burocrática: son una inversión en seguridad, una garantía de continuidad y una demostración de responsabilidad empresarial.
Cuando la prevención falla: la lección de Bonrepòs
Los técnicos desplazados al lugar confirmaron que, durante las labores previas al incendio, se estaban retirando cerca de 20 toneladas de ácido industrial. El fuego, al entrar en contacto con estos productos, generó una reacción violenta, liberando gases tóxicos que complicaron la tarea de extinción. Afortunadamente, no hubo víctimas graves ni fue necesario desalojar las viviendas colindantes.
Sin embargo, la magnitud del incidente sirve como recordatorio de que la protección contra incendios no se limita a los sistemas de alarma o extintores. Va mucho más allá. Implica diseñar, construir y mantener los espacios bajo criterios de seguridad integral: materiales ignífugos, sectorización de áreas, puertas cortafuegos, y sistemas pasivos que contengan el avance del fuego.
En ese sentido, la protección pasiva contra incendios es el pilar silencioso que evita tragedias mayores. Es el muro invisible que da tiempo a evacuar, que reduce los daños materiales y que permite a los equipos de emergencia actuar con eficacia.
El futuro de la seguridad industrial: entre la normativa y la conciencia
España cuenta con una normativa cada vez más rigurosa en materia de seguridad contra incendios, pero la realidad demuestra que la conciencia preventiva sigue siendo insuficiente. Muchas empresas interpretan la seguridad como un coste, cuando en realidad es una inversión que protege vidas, reputación y patrimonio. Cada vez que un incendio como el de Bonrepòs estalla, la pregunta se repite: ¿podría haberse evitado?
La respuesta, casi siempre, es sí. Un correcto mantenimiento, la aplicación de tratamientos ignífugos, la eliminación controlada de residuos químicos y la instalación de sistemas de detección temprana habrían reducido drásticamente el riesgo. La prevención es una cadena: si un solo eslabón falla, el sistema completo se derrumba.
El fuego enseña lo que el tiempo olvida
El incendio de la antigua planta de piezas de coche en Bonrepòs no solo deja tras de sí un paisaje ennegrecido y un balance de daños materiales. Deja una lección que debería grabarse en la mente de cada empresario, técnico y responsable de seguridad: el fuego no perdona el descuido.
La protección contra incendios no puede ser una decisión que se toma cuando ya se ha perdido todo. Es una responsabilidad diaria, un compromiso con la seguridad colectiva. Invertir en ignifugaciones, sectorizaciones y materiales resistentes al fuego no es solo cumplir una norma; es proteger el futuro.
Porque cuando las llamas arrasan, lo que se quema no son solo paredes. También se consume la memoria industrial, los esfuerzos de años y, en ocasiones, vidas humanas. Que Bonrepòs sirva de recordatorio: la seguridad no se improvisa, se construye.
