Montar un bar no empieza en la barra, sino en el Ayuntamiento.
Abrir un bar en España —pongamos por caso en Sevilla, que siempre está al rojo vivo y con el aroma a cerveza recién tirada— no empieza con elegir la carta de tapas ni con comprar un tirador de cerveza brillante. Empieza con un documento. Un papel sin glamour, sin espuma, sin aceitunas. Pero sin ese papel, no hay bar que valga. Y se llama licencia.
La licencia para bar: más importante que el primer vermú
Porque sí, montar un bar puede parecer la cosa más simple del mundo desde fuera. Pero si no se empieza con la licencia para bar en regla, lo demás es ilusión y mobiliario. Una inversión sin futuro.
No basta con tener un local simpático, una barra de madera y un logo simpático con tipografía vintage. Si no hay licencia de apertura ni licencia de actividad, estás a medio camino de nada. Y peor aún, puedes verte cerrando antes de servir la primera caña.
El bar sevillano que no pudo abrir por no tener el papel correcto
Imaginen la escena: local en Triana, pintado, listo, con las copas puestas y las aceitunas en su sitio. Pero… no había licencia de actividad para servir comida caliente. Resultado: puerta cerrada. Multa. Y de paso, la inversión en riesgo.
Eso pasa cuando un bar sevillano —o uno en Cádiz, Valencia o donde usted quiera— no tiene claros los permisos que necesita. Porque no todos los bares son iguales, ni todas las normativas permiten lo mismo.
Licencia de apertura: el primer paso hacia la legalidad
La licencia de apertura es el salvoconducto que permite que ese local pueda recibir público. Pero no se trata solo de pedirla y ya está. Hay que presentar un proyecto técnico, demostrar que el espacio cumple con medidas de seguridad, accesibilidad, ventilación, iluminación, y otras tantas exigencias municipales.
Todo eso antes de pensar en tirar la primera cerveza o encender los fogones. Si no lo haces, el Ayuntamiento te lo cerrará sin contemplaciones. Y eso duele más que un lunes sin propinas.
Licencia de actividad: no todo vale en cualquier sitio
La licencia de actividad dice qué se va a hacer en ese local. ¿Solo bebidas? ¿Bebidas y tapas frías? ¿Cocina caliente? ¿Música en directo? ¿Terraza con altavoces?
Cada una de esas cosas implica permisos diferentes, requisitos técnicos distintos y documentación específica. Si pides una licencia para bar de copas y luego montas una plancha industrial para calamares, te cae una sanción que ni el mejor gin-tonic te alivia.
Diferencia entre licencias: no lo mezcles, que esto no es un cóctel
Aunque suenen parecidas, la licencia de apertura y la licencia de actividad no son lo mismo. La primera habla del local, la segunda de lo que pasa dentro. Ambas son obligatorias, y más te vale gestionarlas con precisión.
A veces van juntas, a veces se tramitan por separado. Pero siempre deben estar aprobadas antes de abrir al público. Porque abrir sin ellas no es ser valiente. Es ser inconsciente.
Trámites imprescindibles para conseguir tu licencia de bar
Para que todo esté en regla, tendrás que presentar:
- Proyecto técnico visado por un arquitecto o ingeniero.
- Planos del local.
- Certificados acústicos.
- Estudio de impacto ambiental, si aplica.
- Documento de compatibilidad urbanística.
- Seguro de responsabilidad civil.
- Y, en algunos casos, informe de bomberos y protección contra incendios.
Todo esto, por supuesto, adaptado a lo que exige el Ayuntamiento correspondiente. Porque cada ciudad tiene su librillo, y no todos los funcionarios desayunan con alegría.
Seguridad, accesibilidad y otras cosas que importan más que el precio del vermú
Abrir un bar implica cuidar a quien entra. Salidas de emergencia bien señalizadas, extintores visibles y operativos, iluminación adecuada y acceso para personas con movilidad reducida. Todo eso se revisa antes de darte el visto bueno.
No sirve poner una rampa en la entrada y ya. Hay que demostrar con documentos que todo está adaptado. Y si tu local no cumple, no hay licencia. Punto.
¿Cuánto cuesta abrir legalmente un bar?
Vamos al grano: entre 1.500 y 3.000 euros. Ese es el rango habitual sumando proyecto técnico, tasas, trámites y certificados. No es poco, pero es menos que una denuncia por apertura ilegal. O que una multa de 30.000 euros, que también puede caer.
¿Te parece mucho? Pues piensa que un lavavajillas industrial cuesta más. Y nadie abre un bar sin lavavajillas.
Plazos: ¿cuánto tarda en llegar la ansiada licencia?
En el mejor de los casos, de 1 a 3 meses. Pero si falta documentación o hay errores en el proyecto, puedes alargarte medio año o más.
Algunos ayuntamientos ofrecen autorizaciones provisionales para abrir mientras se tramita la licencia definitiva. Pero solo si cumples ciertos requisitos. Y si te pillan sin cumplir, te cierran. Sin miramientos.
¿Qué pasa si abres sin licencia? Spoiler: nada bueno
Multas. Cierre. Clausura. Denuncias. Reputación por los suelos. Riesgo de demandas si ocurre un accidente. Y vuelta a empezar.
Abrir sin licencia es como cocinar sin gas: inútil y peligroso. Puedes tener el mejor equipo, la mejor carta, el mejor camarero… pero si no estás en regla, no duras ni una semana.
La mejor inversión es el asesoramiento
Contratar a una empresa especializada en licencias es la decisión más sensata que puede tomar quien quiere abrir un bar. Porque ellos conocen los plazos, los requisitos, los atajos legales y, sobre todo, cómo evitar errores que cuestan tiempo y dinero.
¿Quieres abrir en condiciones? Invierte en quien te acompañe hasta el final del trámite. Lo barato, en este caso, sí que sale caro.
Abrir un bar es una aventura… pero sin licencia, es una tragedia
Montar un bar no es solo poner una barra y esperar clientes. Es cumplir con la ley, proteger a tus empleados y ofrecer un espacio seguro. Y eso empieza con la licencia para bar, que no se improvisa ni se compra por internet.
Si vas a jugártela con un negocio de hostelería, hazlo bien desde el principio. Porque si algo no perdona la burocracia, es la improvisación.
