El Bon Pastor, el fuego y la vergüenza urbana.
Cuando el abandono se convierte en llama y la inacción en costumbre
Qué bonito es mirar hacia otro lado mientras el barrio arde. Qué cómodo resulta ignorar lo evidente: un coche calcinado en medio del descuido y la dejadez más rampante, un aparcamiento público transformado en basurero con denominación de origen. Esta semana, el Bon Pastor ha vuelto a ser escenario de una postal negra, carbonizada, de esas que retratan el desinterés con la crudeza de las llamas.
Pasada la una de la madrugada del lunes al martes, un vehículo ardió sin remisión en la calle de Lima, concretamente en ese solar infame que sirve como parking público y que, para más inri, acoge escombros con más hospitalidad que el propio vecindario. No es una metáfora ni un arrebato de columnista: las llamas lo devoraron todo. El coche, la dignidad del entorno, y una vez más, la fe de quienes todavía esperan algo parecido a la limpieza y el orden en una esquina que parece invisible para las autoridades.
Porque esto, amigos, no ha sido un caso aislado. Según relata Luis Carmelo, representante de la asociación vecinal AVIS del Bon Pastor, en poco más de un año ya van tres coches carbonizados en ese rincón maltratado. Y lo dice con el gesto torcido, con ese hartazgo que solo tienen los que se ven obligados a repetir la misma denuncia con la esperanza menguante de que, algún día, alguien haga algo.
Un aparcamiento público, un vertedero sin vergüenza
El punto neurálgico de este despropósito urbano es un aparcamiento situado en plena calle de Lima. Un espacio que debería ofrecer comodidad, seguridad y acceso a los vecinos, pero que ha mutado en muladar, en vertedero sin control. Las empresas —algunas, por llamarlas de alguna forma— han visto en este lugar un sitio cómodo donde volcar sus desechos sin temor a represalias. Y mientras tanto, los vecinos callan, soportan y respiran el tufo del abandono.
Porque claro, cuando uno amontona maderas, restos de obra, colchones reventados y electrodomésticos en descomposición, lo lógico es que antes o después alguien decida prenderle fuego. Sea por accidente, negligencia o maldad, el resultado es siempre el mismo: un coche ardiendo, humo negro y la foto del desastre colándose en los portales digitales.
En las imágenes captadas el martes por la mañana, puede verse una grúa municipal retirando el esqueleto humeante del último vehículo víctima de este escenario distópico. La Guardia Urbana también se dejó caer, quizá para confirmar con sus propios ojos lo que ya se sabía: que el Bon Pastor es el barrio que el ayuntamiento parece haber tachado del mapa.
Y si hubiese habido un extintor…
Aquí es donde toca levantar la ceja. Porque cuando uno ve cómo las llamas devoran un coche como quien se fuma un puro, no puede evitar preguntarse: ¿y si alguien hubiese tenido a mano un extintor? ¿Y si ese primer chorro de polvo químico hubiese contenido el incendio antes de que se propagara, antes de que todo ardiera como falla valenciana?
No hablamos de milagros, hablamos de prevención. Porque la diferencia entre una anécdota con susto y una tragedia con sirenas suele estar en un detalle tan simple como contar con un extintor en el lugar adecuado. Pero claro, en un parking donde ni siquiera hay contenedores decentes, pedir dispositivos de emergencia es como exigir ópera en un gallinero.
La necesidad de llevar un mini extintor coche
Y si nos ponemos serios —que ya va siendo hora—, conviene recordar que un simple mini extintor coche puede salvar no solo nuestro vehículo, sino vidas. No cuesta más que una cena y ocupa lo que un botellín. Pero claro, seguimos confiando en que los problemas no nos toquen a nosotros. Hasta que tocan. Y entonces es tarde.
Tener un mini extintor a mano no es paranoia. Es responsabilidad. Como lo es no dejar tu coche aparcado entre escombros con aroma a mecha. Pero claro, la responsabilidad no debería recaer únicamente en el ciudadano. También hay un deber institucional. Uno que aquí brilla por su ausencia.
Extintor abc
¿qué es un extintor abc y por qué debería importarnos? El extintor ABC es el más versátil, el que sirve para apagar fuegos provocados por combustibles sólidos, líquidos inflamables y aparatos eléctricos. O lo que es lo mismo, es el aliado perfecto para incidentes como el de Bon Pastor. Pero, ¿quién los lleva en su coche? ¿Quién los tiene en casa? Muy pocos. Porque ni se educa, ni se exige, ni se recuerda que la prevención no es opcional.
Que no nos engañen con campañas a media tinta ni discursos institucionales que llegan cuando ya no hay cenizas. Aquí lo que falta es acción. Una ordenanza, una revisión, una intervención concreta. Porque si lo que queremos es evitar la próxima llamarada, el primer paso es asumir que el fuego no siempre avisa.
La rutina del desastre
El problema no es solo el coche calcinado. Es la rutina del desastre. Es el hecho de que un barrio entero viva con la certeza de que nadie va a hacer nada. Es ver cómo el abandono se cronifica, cómo la basura se acumula sin pudor, cómo los coches arden y se retiran como quien barre hojas secas.
Los vecinos del Bon Pastor no piden milagros. Piden limpieza, seguridad y atención. Piden que ese aparcamiento deje de ser un vertedero y vuelva a ser lo que debería. Que el ayuntamiento actúe no cuando hay fuego, sino antes de que todo estalle.
El humo no engaña
El humo se ve desde lejos. Es directo, indiscutible, total. Como el fracaso institucional que representa. Porque no hay excusas que valgan cuando arde un coche en un barrio olvidado. Porque cada incendio es una señal de alarma. Una señal que, si seguimos ignorando, acabará costándonos más de lo que imaginamos.
Bon Pastor necesita algo más que grúas retirando chatarra humeante. Necesita voluntad, acción y respeto. Porque los barrios se cuidan, no se apagan.
