Adiós a los coches eléctricos en Calpe: el regreso inesperado al motor convencional
Una decisión polémica que enciende el debate nacional
En una época donde la sostenibilidad es el nuevo dogma urbano y los vehículos eléctricos se han convertido en símbolo de progreso, el Ayuntamiento de Calpe ha roto el guion. Con una decisión que ha resonado más allá de la Costa Blanca, el consistorio ha anunciado su retirada de la flota de coches eléctricos tras una serie de incidentes preocupantes. El detonante: un nuevo incendio espontáneo de uno de estos vehículos oficiales en plena calle.
La medida, aunque controvertida, ha sido recibida con una mezcla de sorpresa, comprensión e incluso alivio por parte de algunos sectores. Porque lo que en principio parecía un paso atrás, se está leyendo como una advertencia realista: el coche eléctrico, tal como está hoy, aún tiene demasiadas cuentas pendientes pese al creciente uso de extintores litio-ion.
Otro incendio municipal: cuando la movilidad arde sin previo aviso
El suceso ocurrió en abril. Un vehículo eléctrico del Ayuntamiento ardió mientras se cargaba en la vía pública, sin mediar impacto ni sobrecarga visible. Las llamas, captadas por testigos con sus móviles, se viralizaron en redes sociales antes de que el humo se disipara.
No era el primer incidente similar, pero sí fue el que encendió las alarmas institucionales. Desde entonces, la alcaldesa ha sido tajante: “No pondremos en riesgo a nuestros trabajadores ni a los vecinos por seguir una moda”. El Ayuntamiento ha iniciado el proceso para sustituir los eléctricos por vehículos de combustión interna tradicionales, y si la ocasión lo permite, incorporar algún modelo impulsado por hidrógeno verde, el nuevo mantra ecológico.
Las baterías de litio: una amenaza química real
Pocos ciudadanos conocen el verdadero riesgo que implican las baterías de litio en los vehículos eléctricos. Cuando una de estas celdas sufre una fisura o sobrecalentamiento, el resultado no es solo fuego: es una reacción térmica incontrolada, difícil de apagar y sumamente tóxica.
Los extintores tradicionales no sirven, y los cuerpos de bomberos necesitan entrenamiento y equipos específicos para enfrentar estos siniestros. Por eso, muchos expertos ya recomiendan llevar extintores para baterías de litio en todo coche eléctrico. Y no hablamos de una sugerencia estética, sino de una medida preventiva imprescindible.
En instalaciones privadas, garajes comunitarios, centros logísticos o incluso aparcamientos públicos, se están imponiendo restricciones al acceso de estos vehículos por el riesgo que suponen. Un escenario contradictorio para una tecnología que presume de limpia y segura.
Una decisión institucional que desafía la narrativa oficial
La decisión del consistorio calpino no solo representa una ruptura con la tendencia institucional europea, sino una llamada de atención sobre la viabilidad práctica del coche eléctrico. Mientras Bruselas mira a 2035 como el final del motor térmico, en Calpe vuelven al diésel y la gasolina sin complejos.
Y es que la alcaldía lo deja claro: lo que está en juego es la seguridad, la eficiencia y la responsabilidad presupuestaria. El mantenimiento de los coches eléctricos, su recarga, los seguros más caros y las reparaciones especializadas han disparado el coste total de propiedad. Y cuando además se incendian en plena vía pública, la paciencia institucional tiene un límite.
Coches eléctricos en España: la promesa que se desinfla
Más allá de Calpe, la realidad del vehículo eléctrico en España dista mucho del optimismo institucional. Los altos precios, la escasez de cargadores, la incertidumbre sobre la autonomía y el coste de las reparaciones frenan a miles de potenciales compradores.
Aunque las ayudas estatales existen, suelen ser burocráticas, lentas y condicionadas. Mientras tanto, en el mercado de segunda mano, los coches convencionales siguen siendo la opción preferida por los españoles. ¿La razón? Conocen su mantenimiento, sus piezas, sus averías y su durabilidad. En cambio, el coche eléctrico se percibe como un salto al vacío, solo apto para bolsillos holgados o convencidos sin reservas.
¿Una moda prematura o una transición mal gestionada?
El problema de fondo no es el concepto del coche eléctrico, sino la realidad que lo rodea. Para que esta tecnología sea verdaderamente una alternativa de masas, debe ir acompañada de:
- Infraestructura de carga potente y capilar
- Garantías reales de seguridad
- Autonomías útiles y sostenibles
- Costes de adquisición y mantenimiento asumibles
Hoy por hoy, estos factores no están garantizados. Y cuando lo ecológico se convierte en un lujo o un riesgo, las instituciones locales como Calpe empiezan a desmarcarse.
El retorno al motor térmico: ¿retroceso o adaptación inteligente?
Lejos de ser una regresión, la decisión del consistorio puede verse como una estrategia pragmática. En lugar de aferrarse al dogma eléctrico, Calpe ha optado por lo que funciona: coches conocidos, mantenimientos asumibles, y una red de repostaje que no depende de enchufes ni apps caídas.
Lo que sí han anunciado es una actualización del protocolo de seguridad para toda la flota. Cada vehículo contará con extintores de incendios certificados, y se revisarán las condiciones de uso en aparcamientos y talleres.
¿Marcará Calpe un antes y un después en la movilidad institucional?
No es previsible que esta medida se convierta en norma nacional a corto plazo. Pero sí está generando un debate incómodo en otras administraciones. La sostenibilidad no debe ser una consigna vacía, sino una estrategia que funcione en la práctica.
Mientras tanto, otras localidades ya observan con atención el ejemplo de Calpe. Porque no se trata solo de emisiones, sino de operatividad, costes, riesgos y fiabilidad. Y si el coche eléctrico quiere sobrevivir a largo plazo, deberá demostrar que es algo más que una etiqueta ecológica.
Conclusión: una chispa que puede encender el cambio
El regreso de Calpe al motor convencional puede parecer anecdótico, pero esconde una verdad ineludible: la movilidad del futuro necesita algo más que baterías y buenas intenciones. Sin seguridad, sin mantenimiento asequible, sin una infraestructura fiable, el coche eléctrico seguirá siendo una promesa incompleta.
Y si de lo que se trata es de evitar que un coche arda junto al paseo marítimo mientras los turistas se toman un helado, entonces más vale freno a tiempo que lamento en streaming.