Mudanza, “yo me llevo mi olivo”

La mudanza de Sevilla a Madrid es una de las mayores hazañas que un andaluz puede llevar a cabo. Dejar atrás el sol, el flamenco y las tapas para adentrarse en el bullicio y la prisa de la capital es algo que solo los más valientes se atreven a hacer. Yo, queridos lectores, fui uno de ellos.

Cuando me dijeron que mi destino estaba en Madrid, lo primero que se me vino a la cabeza fue el frío y la lluvia que me esperaba en la ciudad. Pero, como buen andaluz, decidí enfrentar el reto con el pecho erguido y la cabeza bien alta. Y así, tras semanas de preparativos y despedidas, llegó el día de la gran mudanza.

Cualquiera que haya hecho mudanzas sabe lo que esto implica: cajas, bolsas, muebles, electrodomésticos, todo ello embalado y listo para el traslado. Y en mi caso, además, había que cargar con el acento andaluz, que no es precisamente una maleta fácil de llevar.

Pero lo más curioso de todo fue el traslado de un objeto muy querido para mí: mi querido olivo. Este árbol, que había sido mi compañero fiel durante años, había crecido y prosperado en el jardín de mi casa en Sevilla (postdata, si nunca has estado en la capital andaluza te adelante que hay un montón de cosas que chulas qué ver en Sevilla). Y ahora, debía enfrentarse a un viaje en camión hasta la gran urbe.

La verdad es que no sabía si mi olivo aguantaría el viaje, pero estaba dispuesto a arriesgarme por él. Lo acomodamos cuidadosamente en el camión, rodeado de sus compañeros de viaje, y emprendimos la ruta hacia Madrid.

La carretera fue larga y tediosa, pero finalmente llegamos a nuestro destino. Descargamos todo, incluyendo mi querido olivo, que se había mantenido firme y erguido durante todo el trayecto. Al verlo allí, en mi nuevo jardín, sentí una alegría indescriptible. Parecía como si hubiera traído un pedacito de mi querida tierra andaluza conmigo.

Y así, queridos lectores, terminó mi odisea de mudanza. Con un olivo como compañero y mi acento andaluz como bandera, me dispongo a empezar una nueva vida en Madrid. Una ciudad que, aunque me hace sentir como un pez fuera del agua, estoy seguro de que también me deparará grandes aventuras.

si me mudo me llevo mi olivo