Siete intoxicados por humo en un hotel de Atarfe: la tragedia evitable que encendió las alarmas.
Un incendio que desnudó las carencias de seguridad más básicas
A veces, lo que empieza como una tarde corriente en Atarfe, Granada, termina como una lección amarga para quien aún cree que los fuegos se apagan solos. En la Avenida de la Estación, donde el ir y venir de vecinos transcurre entre cafés rápidos y conversaciones a media voz, el pasado sábado se vivió una de esas jornadas que ponen a prueba la memoria y el sentido común.
Un incendio en un hotel-restaurante obligó a intervenir a servicios de emergencia, bomberos, policía local y Guardia Civil. El balance: siete personas intoxicadas por humo, dos de ellas evacuadas con pronóstico moderado. Un suceso que, como suele ocurrir en esta tierra de improvisaciones, pudo haberse evitado si no se hubiese tratado la prevención como un trámite de papel mojado.
El fuego que no esperó a nadie
El origen, según se informó, estuvo en una secadora industrial en la lavandería del hotel. Un electrodoméstico más, de esos que trabajan sin ser vistos y que sólo recuerdan su presencia cuando fallan. Y vaya si falló. El aparato se sobrecalentó, se incendió y, en cuestión de minutos, el humo había tomado el control del edificio.
El personal actuó como pudo, los huéspedes salieron desorientados y, mientras tanto, el humo, espeso y traicionero, fue ganando espacio por las escaleras, los pasillos y las habitaciones. Y aquí es donde conviene detenernos, no para relatar lo evidente, sino para preguntar lo que no se está diciendo.
¿Dónde estaban los extintores?
A estas alturas del siglo XXI, cualquier establecimiento hotelero debería tener extintores en puntos estratégicos, claramente señalizados, con revisiones al día y personal que sepa utilizarlos con la precisión de quien se juega la vida.
Pero como es habitual, las cosas se revisan después de que arden. ¿Funcionaban? ¿Estaban cargados? ¿Se usaron? ¿Se intentó algo? El fuego es rápido, sí, pero la negligencia es más veloz aún. Y no tener extintores en condiciones es, en este caso, una negligencia criminal.
Extintor co2: el gran ausente cuando el fuego es eléctrico
Si la causa del incendio fue una secadora —es decir, un aparato eléctrico—, la única respuesta eficaz y segura era un extintor CO2. Este tipo de extintor actúa desplazando el oxígeno, no moja, no daña aparatos, y corta el fuego en equipos electrificados sin poner en peligro a quien lo usa.
Y la gran pregunta es: ¿había un extintor co2 a mano en la lavandería? Porque si no lo había, mal. Y si lo había, pero nadie supo dónde estaba o cómo utilizarlo, peor. Esto no va de tener un cartel de «Salida» pintado en fluorescente. Va de saber actuar en el momento crítico. Y si ese conocimiento no existe, es porque no hubo formación ni conciencia real.
Un incendio anunciado: fallos acumulados, consecuencias inmediatas
Lo más grave de este asunto no es solo que ocurriera un incendio. Lo grave es que todo estaba dispuesto para que ocurriera. Desde la falta de detección temprana hasta la ausencia de un protocolo efectivo, el escenario era un cóctel perfecto para que, lo que pudo quedar en susto, se convirtiera en desgracia.
Porque no hay nada más mortífero que el humo sin control. No arde, no se ve venir, pero entra en los pulmones, satura la sangre, y en minutos, deja fuera de combate a quien lo respira. Y mientras tanto, los responsables se escudan en que todo estaba “en regla”.
Pero la regla no está en los papeles. Está en los hechos.
La falta de cultura preventiva: el verdadero enemigo
Este incendio no es el primero ni será el último. Porque mientras se siga tratando la seguridad como una exigencia legal y no como una prioridad moral y operativa, los fuegos seguirán apareciendo en la lavandería, en la cocina o en el cuadro eléctrico.
Y no basta con tener equipos. Hay que mantenerlos, revisarlos, y lo más importante: saber usarlos. La formación del personal debe ser continua. Los simulacros, frecuentes. Los planes de evacuación, reales. No basta con colgarlos en la pared tras la fotocopiadora.
Evacuación desordenada, humo por todos lados y respuestas tardías
Lo ocurrido en Atarfe es un caso de libro sobre lo que no debe pasar. Los trabajadores reaccionaron como pudieron, sí, pero sin medios, sin liderazgo claro, sin herramientas adecuadas. Las ambulancias llegaron, los bomberos también. Pero el humo ya había hecho su trabajo: confundir, asfixiar y recordar que los errores se pagan al instante.
Y mientras tanto, los empresarios siguen sin entender que no invertir en seguridad es jugar a la ruleta rusa con clientes y empleados.
