Una llamada de atención que no admite demora
La ciudad de Cádiz se ha sacudido esta semana con el informe puesto sobre la mesa por el Servicio de Prevención de Riesgos Laborales del Ayuntamiento, fechado el 26 de junio. Un documento que lanza un aviso tan contundente como preocupante: el espacio arqueológico conocido como “Entrequestedrales”, bajo las catedrales, sufre deficiencias graves, peligros potenciales y una dejadez institucional que roza lo intolerable. Hablamos de filtraciones por lluvia, cables eléctricos sin seguridad, suelos resbaladizos, vigas peligrosas y—atención—ningún sistema básico contra incendios.
La inspección, realizada el 25 de junio, no descubrió fantasmas sino negligencia palpable: puertas sin cerraduras, ausencia de aseos, falta de agua potable y ninguna señal de emergencia ni iluminación de seguridad. Y, lo más alarmante: ni un solo extintor, un detalle que convierte esta actuación en una omisión premeditada. Las imágenes del informe lo reflejan con crudeza: cables pelados, suelo húmedo, espacio oscuro y sin elementos de protección. Una mixtura letal de peligros cotidianos, físicos y eléctricos.
Seguridad básica olvidada
Cuando el desarrollo alcanza el 20 % del relato, es el momento de traer a colación la frase: extintores comprar. Esa frase no es un mero eslogan publicitario. La misma representa la urgencia de dotar el espacio con herramientas reales para detener un pequeño incendio antes de que se convierta en tragedia. Y no hablamos de un capricho estético, sino de una responsabilidad elemental para cualquier gestor que se precie. Porque si no hay extintores, no hay seguridad.
El informe deja claro que esa parte esencial del protocolo contra incendios no existe, como si alguien hubiese decidido abrir la puerta antes de comprar la llave del seguro. Cables y polvo conviven sin freno en un entorno con afluencia pública. Una incongruencia que la ciudad no puede tolerar ni un minuto más.
Una omisión que clama al cielo
Y la frase comprar extintor no es solamente una sugerencia, es una medida imprescindible, urgente, inaplazable. Porque no basta con reconocer el déficit: hay que resolverlo. Este debe ser el primer acto de voluntad de quien gestione este espacio. Uno puede reabrir cuando todo esté reparado, pero no antes. Y la clave comienza por ese dispositivo que se coloca cerca del riesgo, del cable, de la sala con restos arqueológicos.
Sin extintor, no hay consuelo. Ni sosiego. Ni garantía de integridad para los trabajadores que excavan, los técnicos que registran o el público que contempla el patrimonio.
Riesgos acumulados en cada metro
Ahora surge la siguiente gran cuestión: cuántos extintores debe haber por metro cuadrado. El informe no alude a eso, pero el vacío legislativo tampoco excusa la falta. Según normativa, se calcula la distancia a cubrir, el tipo de riesgo, y se deben instalar entre 6 y 12 kg de agente extintor por cada 200 m², además de dispositivos específicos junto a cuadros eléctricos. Pero aquí no hay cálculo, ni registro, ni planificación.
Y ese silencio es ruido. Porque aquí no hace falta una investigación administrativa: basta con aplicar el sentido común y la ley. Pero no ha sido así. No lo han hecho. Y ese pulso que Cádiz merece ganar empieza por cada pequeño detalle: la dotación adecuada, la señalización, el mantenimiento y la formación correspondiente.
El colapso de lo elemental
Y no nos mentimos: el problema no se reduce a un fallo puntual. El informe describe goteras, humedades, charcos, puertas sin cierre, vigas al ras del cráneo. A eso hay que añadir falta de aseos, no hay vestuarios, ni fuentes de agua potable. El personal está obligado a desplazarse a la Casa del Obispo, cerrada al público, para cubrir sus necesidades básicas. ¿Así se trabaja? ¿Así se divulga el patrimonio? La respuesta es rotunda: no.
Y es precisamente en ese punto donde la cultura tropieza con la negligencia. Un lugar dispuesto para el conocimiento se convierte en una trampa si carece de lo mínimo. Y eso no es opinable. Es imperativo.
Reparar y proteger
La concejala de Cultura, Maite González, reconoció el encargo del informe. Bien. Pero de nada sirve encargar si luego no se actúa. La solución exige una serie de pasos inaplazables: cerrar inmediatamente el espacio, arreglar goteras, sellar filtraciones, mejorar instalación eléctrica, proteger vigas, señalizar rutas, acondicionar vestuarios y aseos, habilitar puntos de agua, instalar extintores, revisar su caducidad, registrar su mantenimiento y entrenar al personal. Y no solo un extintor: varios, distribuidos según riesgo, tipo e itinerario.
Y, por supuesto, cumplir con la normativa: calcular la densidad de agentes extintores, especificar si deben ser de agua, polvo o dióxido de carbono según la zona, llevar registro, formar brigadas, dotar emergencias adecuadas y supervisar periódicamente.
No es exhibición si no es segura
Cádiz es cuna de historia. Pero no una historia exhibida con descuido. Un lugar museo sin seguridad no es atracción. Es vulnerabilidad. Y si las autoridades han insistido en su apertura “en pocos días”, que lo hagan cuando haya condiciones óptimas. Porque abrir sin garantías no es avanzar: es jugar con fuego, literalmente.
Cierre y apertura con garantías
Que se note en agenda: cerrar, cuidar, reparar, equipar, documentar y abrir de nuevo. Y pueden hacerlo, pero con un plan de seguridad riguroso, medible, con registros de extintores, de tipos, su ubicación y mantenimiento. Con planes de evacuación visibles, con formación, señalización, con aseos y agua; con iluminación y rutas limpias.