Arde el edificio okupado de la calle Barrera en A Coruña: crónica de un desastre anunciado
La noche del 10 de junio de 2025, A Coruña despertó al infierno. El número 30 de la calle Barrera ardía como si la ciudad misma se hubiera olvidado de su deber más elemental: proteger la vida. Un fuego —brutal, inclemente, definitivo— consumió el edificio okupado, dejando al descubierto no solo vigas carbonizadas, sino años de negligencia acumulada, de advertencias desoídas, de burocracias inmutables ante lo inminente.
Seis personas necesitaron atención médica. Decenas fueron desalojadas. La estructura ha quedado herida de muerte. El barrio, enmudecido.
Un incendio que no sorprende a nadie
El fuego, como los buenos narradores, no necesita presentación cuando la historia ya se ha contado antes. Hubo un conato en noviembre de 2024. Hubo quejas, denuncias, rumores y miradas esquivas. Pero las decisiones se aplazaron, como quien retrasa una cita con lo inevitable.
El edificio ardía con madera vieja, escaleras ruinosas y vidas al borde del colapso. Y aunque los bomberos actuaron con destreza casi quirúrgica, nada pudo evitar que las llamas se propagaran también al alma de las viviendas colindantes.
Entre el humo y la impotencia
Los testigos no lo olvidarán: el olor denso, como si el aire se pudiera masticar; los gritos rasgando la madrugada; las carreras por los pasillos oscuros; y el resplandor anaranjado que no anunciaba el día, sino la tragedia.
Vecinos del 29 de la calle San Nicolás intentaron huir solo para descubrir que su puerta estaba atrancada. Algunos, como Rubén y Cristina, descendieron por andamios improvisando una fuga que parecía sacada de un drama de posguerra. Solo que aquí, la única ficción era la fe en que “esto no podía pasar”.
¿Tan difícil es tener un extintor?
Parece una pregunta absurda… hasta que la haces en serio. ¿Tan complicado es tener un extintor de polvo ABC en un edificio vulnerable? ¿Tan impensable es prever que donde hay precariedad, hay riesgo? Un extintor no apaga la miseria, pero puede evitar que esta se convierta en tragedia.
En viviendas con cableado viejo, estufas eléctricas caseras y materiales inflamables, un extintor de CO2 o de espuma es tan esencial como una cerradura. Y sin embargo, en los márgenes, la prevención sigue siendo un lujo reservado para quien puede permitírselo.
Silencios oficiales y fotos inoportunas
Lo diré sin rodeos: tener un extintor salva vidas. No es un trámite. No es un gasto superfluo. Es una herramienta que convierte una chispa en una anécdota, no en una nota necrológica. En este artículo especializado sobre extintores en pisos turísticos, se explica por qué contar con extintores adecuados en entornos residenciales —aunque no sean viviendas convencionales— puede marcar la diferencia entre una evacuación a tiempo y una tragedia.
Al día siguiente, frente al esqueleto calcinado del edificio, las autoridades comparecen con rostros serios y frases de manual: “se activaron los servicios sociales”, “no se escatimarán esfuerzos”. Pero lo cierto es que muchas de las personas desalojadas pasaron la noche a la intemperie, abrazando bolsas de basura con lo poco que pudieron salvar.
Lo verdaderamente hiriente no es la desgracia en sí, sino que todo esto era evitable. Bastaba con escuchar. Bastaba con actuar.
Historias que duelen más que las llamas
Cristina, madre gitana de dos niños, lo resumió con una claridad que no necesita retoques literarios: “¿Tú crees que vivimos aquí porque queremos? A nosotros no nos alquila nadie”. La tragedia no tiene el rostro del fuego, sino el de quienes, como ella, viven atrapados en un sistema que los ignora hasta que algo arde.
Y en ese contexto, ¿quién responde? ¿Quién asume la responsabilidad civil ante vecinos ajenos al edificio okupado, pero igualmente víctimas? ¿Y los que vivían allí, sin contrato pero con necesidad? El derecho a la vivienda y la obligación de la prevención colisionan como trenes sin maquinista.
El extintor, ese héroe ignorado
Lo diré sin rodeos: tener un extintor salva vidas. No es un trámite. No es un gasto superfluo. Es una herramienta que convierte una chispa en una anécdota, no en una nota necrológica. En Profire, por ejemplo, se puede encontrar asesoramiento para cada necesidad: extintores ABC para fuegos sólidos, líquidos y eléctricos; de CO2 para instalaciones antiguas; incluso sistemas automáticos para cocinas.
No se trata de si puedes permitirte comprar un extintor. Se trata de si puedes permitirte no tenerlo.
Entre la ceniza y el olvido
El incendio del edificio de la calle Barrera no es un suceso aislado. Es una advertencia con forma de brasas. Es una lección que, si no se aprende, se repetirá. El fuego no distingue entre propietarios ni okupas. Devora por igual las grietas del sistema y las del techo.
Evitar que esto vuelva a ocurrir exige algo más que notas de prensa. Exige voluntad política, recursos, prevención y empatía. Y sobre todo, exige memoria. Porque si olvidamos esta noche de humo, gritos y desesperación, estaremos dejando encendida la mecha para la próxima.